Margarita Carrera
El 4 de julio salió en Prensa Libre, en campo pagado, toda una página que lleva el título “Cuidado, candidatos a favor de legalizar drogas”.
En este, la Cofraternidad de Pastores Evangélicos señala los puntos por los que cree el daño a que nos exponemos si se permite dicha legalización. Según ellos, los primeros que sufrirían al consumirlas serían los jóvenes, porque nuestra sociedad no está preparada para dejarlos en libertad.
Luego, se deberá tener en cuenta que “todos los vicios son dañinos”, especialmente la droga. No aceptan el hecho de que cuando en EE. UU. se liberó el alcohol de la prohibición, la sociedad sí se benefició.
Se recurre a Dios y al libre albedrío para decidir nuestro futuro; Dios, para estos religiosos, dejó leyes porque conoce la debilidad del ser humano.
Tal discurso sólo puede dirigirse a personas que profesan la misma religión Evangélica, no a todo el mundo. Si se educara bien a niños y adolescentes con hechos más que con palabras, estos no caerían en tentación alguna que les hiciera daño.
No se piensa que una familia que practica el amor y la justicia está lejos de tener semejante problema.
Una opinión clara e inteligente es la de Jose Rubén Zamora, quien en elPeriódico del 27 de junio escribe en la Conferencia Internacional de Antinarcóticos: el artículo La oferta que Centroamérica no podrá resistir: ponga los muertos y pague la guerra (ineficaz).
Dentro de las ideas que expone destacan las siguientes: El crimen organizado, fundamentalmente el derivado del narcotráfico, constituye una poderosa amenaza que avanza dentro del Estado guatemalteco, infiltrado y subordinado durante las últimas tres décadas e inducido por los EE. UU. con el fin de financiar la política anticomunista de Reagan en Centroamérica.
Lo más dañino es que en el país no existe actividad económica que pueda compararse al narcotráfico en volumen y beneficios, a cambio transforma, para mal nuestro, a los narcos en “grandes empresarios”. Estos progresivamente se diversifican e invierten en la política, crean grandes empresas, hacen negocios corrompiendo a los políticos hasta llegar al aparato estatal que los protege.
Nada se salva de los maléficos poderes del narcotráfico: se infiltra en el sector público, en el Congreso, en los gobiernos locales, medios de comunicación, tribunales, aduanas, puertos, aeropuertos y muchas ONG. En pocas palabras, el narcotráfico ha corrompido y socavado al Estado y a sus instituciones.
Para Zamora esta estrategia de los EE. UU. “nos ha traído un enorme daño colateral: han transformado a Guatemala en un mercado creciente de consumo de drogas, en un campo de batalla entre narcotraficantes y, de paso, han colapsado a nuestro Estado y sus instituciones y han arrodillado y envilecido a nuestra sociedad”.
Como consecuencia, se pondría en peligro de muerte “a fiscales, jueces, funcionarios, agentes de seguridad, empresarios, periodistas y ciudadanos decentes…”; en fin, tener que endeudarnos para financiar una guerra “cuyo sentido es la falta de sentido”.
Algo que ayudaría en mucho a superarnos sería volver los ojos hacia la educación y emprender una batalla contra la ignorancia que tanto daño hace a nuestro pueblo.
Recuérdese que todavía hay muchos guatemaltecos que apenas saben leer y escribir. Para ello el Gobierno debería darle mayor importancia
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